JUAN CARLOS GIMÉNEZ
Según fuentes de la Oficina Europea de Estadísticas Eurostat, en el año 2020 la Unión solo generó el 42% de la energía consumida, con un mix encabezado por el petróleo y sus derivados (35%), seguido del gas natural (24%), las fuentes renovables (17%), la nuclear (12%) y los combustibles fósiles sólidos (13%).
Hay que tener muy presente que este reparto entre las diferentes fuentes de energía varía considerablemente entre los diferentes Estados miembros. Así, el petróleo y sus derivados suponen una parte significativa de la energía total disponible sobre todo en pequeños países como Chipre (90%), Malta (87%) y Luxemburgo (65%). Por su parte, el gas natural representa más de un tercio en Italia (39%) y en los Países Bajos (37%), mientras que el carbón representa el 60% en Estonia y el 43 % en Polonia. La energía nuclear representa el 41 % en Francia y el 31 % en Suecia, y las renovables el 41 % en Suecia y el 37 % en Letonia.
En el caso de España, en 2021 —según el balance provisional del MITERD— los derivados de petróleo se situaron a la cabeza en energía primaria con un 42,4%, seguidos de un 25,1% correspondiente al gas, un 16,6% a las renovables, un 12,6% a la energía nuclear, y apenas un 2,9% al carbón Si nos centramos en el gas natural, Eurostat dispone de datos actualizados hasta el año 2021, cuando la demanda interior aumentó un 4,3% en toda la UE respecto al año precedente, hasta alcanzar los 15.834.900 terajulios (TJ). En el caso de la eurozona -los 19 países que han adoptado el euro como moneda- la demanda aumentó un 4,1%, y alcanzó la cifra de 13.315 096 TJ. Los aumentos más significativos del consumo se registraron en Estonia (13,3%), Bulgaria (12,6%) y Eslovaquia (11,9%), mientras que las mayores caídas se produjeron en Lituania (-5,6%), Portugal (-4,5%) e Irlanda (-3,9%).
PRODUCCIÓN EUROPEA DE GAS A LA BAJA
La producción de gas natural de la UE continuó el año pasado su tendencia a la baja, y cayó un 7,6% respecto a 2020, hasta situarse en 1.755.874 TJ. Para la zona del euro, la caída fue ligeramente superior (-9,8%), con una producción de 1.110.745 TJ. El principal productor comunitario, los Países Bajos, registró una caída del 9,4%, aunque se mantuvo como primer proveedor de la UE (724.748 TJ en 2021), seguido por Rumanía (343.927 TJ) y Alemania (169.004 TJ).
Las importaciones europeas de gas natural aumentaron un 0,1%, hasta alcanzar los 24.669.663 TJ el pasado año. Los aumentos interanuales más significativos entre los principales importadores netos -países que importan al menos 1.000.000 TJ- se registraron en España (13,8%), Italia (9,8%) y Chequia (4,9%), mientras que las principales disminuciones correspondieron a Eslovaquia (-20,5%), Austria (-7,5%) y Polonia (-4,3%).
En cuanto al origen de las importaciones de gas natural de la UE (excluyendo el comercio intracomunitario y las entradas desde Suiza), Rusia fue el primer proveedor (23,3%), seguido de Noruega (22,7%), Ucrania (10,2 %) y Bielorrusia (8,9%). Pero hay que tener en cuenta que la mayor parte del gas que llega desde Ucrania y Bielorrusia proviene de Rusia en origen, con lo que el peso del gigante del Este como suministrador es en la práctica mucho mayor. La dependencia del gas en la UE alcanzó el 83% en 2021, con una pequeña caída de apenas medio punto respecto al año precedente. Además, en 15 de los 27 Estados miembros, dicha dependencia superó el 90%.
Europa tiene diversas entradas de suministro de gas, si nos centramos en el gas de origen ruso, éste llega a través de cuatro vías principales:
- Nord Stream 1: gasoducto submarino que conecta directamente Rusia y Alemania a través del Mar Báltico, y cuya segunda fase está concluida, pero en suspenso como parte de las sanciones derivadas de la guerra
- Yamal: conecta los yacimientos de la península homónima con Alemania, a través de Bielorrusia y Polonia.
- Ucrania: la red de gasoductos que atraviesan territorio ucraniano con punto de llegada en territorio de la UE.
- TurkStream: que atraviesa el Mar Negro y recorre un tramo por el norte de Turquía hasta llegar a Grecia, y que abastece también a Bulgaria, Macedonia del Norte y Rumanía.
Por otro lado, en cuanto al gas natural licuado (GNL) importado por vía marítima, Rusia se posicionó en 2021 como tercer país de origen, con un 20% del total transportado por buques gaseros a puertos europeos, tan solo por detrás de los EE.UU. (26%) y Catar (24%).
LA TASA DE DEPENDENCIA ENERGÉTICA EUROPEA
En 2020, la tasa de dependencia energética de la Unión Europea era del 58%. De nuevo, la estadística difiere enormemente entre Estados miembros, en un rango que iba desde más del 90% en Malta, Luxemburgo y Chipre, hasta apenas un 10% en el caso de Estonia. En cualquier caso, esta tasa de dependencia de las importaciones de energía había aumentado desde el año 2000, cuando era sólo del 56%. Obviamente, la estabilidad del suministro energético a Europa puede verse amenazada cuando una alta proporción de las importaciones se concentra entre relativamente pocos países proveedores. Y, en el caso del gas natural, casi las tres cuartas partes de las importaciones de la UE procedían de Rusia (41%), Noruega (16%), Argelia (8%) y Qatar (5%).
A la hora de buscar alternativas de aprovisionamiento, hay que considerar qué países son los principales productores. En 2020, la estadística estuvo encabezado por los EE.UU. (914.600 millones de m3), seguidos de Rusia (638.500), Irán (250.800), China (194.000), Catar (171.300), Canadá (165.200), Australia (142.500), Arabia Saudita (112.100), Noruega (111.500) y Argelia (81.500). Seis de estos países (EE.UU., Rusia, China, Irán, Canadá y Arabia Saudita) se encuentran también entre los 10 mayores consumidores de esta fuente de energía.
Una visión estratégica a medio y largo plazo implica considerar también qué países son los que cuentan con mayores reservas de gas, y en este aspecto Rusia vuelve a encabezar la estadística con 37,4 billones de m3, lo que representa prácticamente el 20% de las existencias mundiales. Le siguen Irán (17%), Catar (13%), la república exsoviética de Turkmenistán (7%), los EE.UU. (6%), China (4%), y Venezuela, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Nigeria, todos ellos con en torno a un 3% de las reservas.
OTROS GASODUCTOS COMO ALTERNATIVAS
En este contexto, hay que tener en cuenta, por un lado, las conflictivas relaciones diplomáticas que los países occidentales han mantenido en los últimos años con Irán y Venezuela. Por otro, las tensiones aparejadas a las peculiares características de las monarquías del Golfo. Y finalmente la incógnita en torno a Turkmenistán, tradicional aliado de Rusia y que tiene en China a su principal cliente gasista.
A mediados de los años 90 comenzó a hablarse del proyecto de gasoducto Trans-Caspio, que podría conectar el puerto de Turkmenbashi con Bakú, la capital de otro país exportador de gas como es Azerbaiyán. Las rivalidades entre países ribereños del Mar Caspio han dificultado su puesta en práctica hasta 2018, con la firma de un acuerdo que abre la puerta a la construcción de una conducción submarina.
Si Turkmenistán se suma al suministro de gas azerbaiyano por el denominado Corredor del Sur (que conecta los pozos del Cáucaso con Europa e incluye los gasoductos Trans Adriático y Transanatolio atravesando Turquía), podría duplicarse el volumen exportado actualmente desde Bakú, y crecer incluso más si se amplía la capacidad de las tuberías que pasan por Turquía y la Europa Meridional. El desarrollo de toda esta infraestructura puede convertirse en una alternativa de gran interés tanto para europeos como para turkmenos.
Argelia es otra de las opciones para diversificar el aprovisionamiento de gas europeo. El país norteafricano es ya de hecho el tercer suministrador de gas a la UE, y el primero para el flanco sur de la Unión Europea (España, Portugal, Italia y Francia). Las conflictivas relaciones entre Argelia y Marruecos han llevado al cierre del gasoducto del Magreb, que comunicaba los yacimientos argelinos con España atravesando Marruecos y el estrecho de Gibraltar. Pero simultáneamente se ha ampliado la capacidad de Medgaz, sin olvidar que el gas argelino también accede al mercado europeo a través de un gasoducto que conecta Túnez con Sicilia, y que la isla italiana es también punto de destino de una canalización desde Libia.
GNL POR MAR
La última de las opciones europeas para sustituir el actual abastecimiento mayoritario de gas ruso pasaría por incrementar significativamente el tráfico marítimo de GNL, accesible desde países productores de cualquier punto del globo, como los Estados Unidos, Canadá, Venezuela, los países del Golfo Pérsico o Australia. Pero el gas natural licuado presenta dos importantes contrapartidas, como son, por un lado, su carestía, y por otro la dificultad para incrementar significativamente su volumen de tráfico ante la alta demanda existente en todo el mundo. Europa suma una dificultad adicional, como es su déficit de infraestructuras gasistas en donde recibir volúmenes significativamente mayores de GNL. Las actuales terminales tienen una capacidad limitada para absorber suministros adicionales. La mayoría de ellas operan a plena capacidad, especialmente en el noroeste de Europa.
España tiene la mayor capacidad del continente, con seis terminales, mientras que Alemania no tiene ninguna. La tasa de utilización de las terminales españolas fue solo del 45% en enero de este año, pero el problema reside en que sus conexiones con el resto de Europa son muy limitadas. Y esto impide que pueda convertirse hoy por hoy en la gran reserva logística europea de gas.
El problema de suministro que puede derivarse de las tensiones políticas en Europa puede, sin embargo, convertirse en una oportunidad. La economía del hidrógeno, por ejemplo, cambiará previsiblemente los grandes flujos del comercio de la energía, con un peso creciente del biogás y los gases renovables.
Existen informes que estiman que el hidrógeno representará hasta el 12 % del uso de energía en el mundo en 2050. El hidrógeno representa además una solución para lograr cero emisiones sin comprometer el crecimiento industrial, diversificando las fuentes de suministro. Países que tradicionalmente no han sido suministradores de energía tienen el potencial de convertirse en exportadores de hidrógeno.
En el caso de Europa, la propuesta Fit for 55 reconoce de manera explícita que los gases bajos en carbono y los gases renovables (generados a partir de la biomasa, incluido el biometano, así como el hidrógeno producido a partir de fuentes renovables) constituyen un vector energético fundamental hacia una economía descarbonizada. Asimismo, en el contexto del “Green Deal” europeo, la reforma de la legislación del mercado interior del gas busca en primer lugar fomentar los gases renovables y bajos en carbono, pero tendrá también un efecto en cuanto a la seguridad energética y los precios del gas.
En el caso de España, existe una Hoja de Ruta del Hidrógeno coherente con las previsiones de la Unión Europea. Y el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC) incluye un apartado dedicado al fomento de los gases renovables (biogás, biometano e hidrógeno renovable). También el proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética contempla fomentar la penetración de los gases renovables. La Hoja de Ruta del Hidrógeno identifica prioridades y recursos, así como los retos para el desarrollo del hidrógeno renovable. Plantea objetivos nacionales para su fomento de cara a 2030 y diseña una visión en el horizonte de 2050, cuando España habrá de alcanzar la neutralidad climática y contar con un sistema eléctrico 100% renovable.
La Hoja de Ruta destaca que, una vez concluida la presente década, se producirá una aceleración de la producción y aplicación del hidrógeno renovable en España, lo cual facilitará la expansión de su utilización, tanto en sectores difíciles de descarbonizar como en nuevas aplicaciones, incluyendo el transporte marítimo y aéreo, y los procesos energéticos industriales de alta temperatura. Por su parte, la Hoja de Ruta del Biogás establece un objetivo para 2030 de producción de mínimo 10,41 TWh anuales, 3,8 veces más que la producción de 2020.