Pilar Ortega
A los periodistas nos toca arremangarnos y escribir, ahora más que nunca, sobre un tema tan complejo como la energía. ¿Lo hacemos bien?
A mí me obliga a estudiar. Ha sido un curso muy intensivo, algo parecido a un máster. Me da la impresión de que todos intentamos hacerlo lo mejor posible. El problema es que todo va muy rápido y hay una fuerte fragmentación de la información. Por eso, es importante que se pongan sobre el papel los antecedentes, para que el lector tenga un mínimo mapa mental de lo que está ocurriendo. No es fácil. Hay muchos “flashes” pero les falta contexto.
¿Qué significa el premio Enerclub para Vd.?
Es un motivo de gran satisfacción. Después de años de información política, tomé esta carretera lateral porque intuí que el tema de la energía se iba a complicar y particularmente la cuestión del gas. No tengo dotes de adivinación y no tenía idea de que pudiera estallar un conflicto como el de Ucrania, por muy latente que estuviera. Es un mundo atractivo, porque la energía es un pilar de la sociedad, está en fase de cambio y esa transformación está siendo complicada, porque produce una alteración de las condiciones de vida y de los precios.
¿Cuál será la energía del futuro?
La gran lección que ha aprendido Europa es que la fuerte dependencia de un solo tipo de combustible crea problemas serios. De esta crisis se saldrá con la consigna de depender menos. La tendencia es que, en el futuro, habrá un mix de energías y que no se dependerá de un solo vector y un único proveedor. La energía renovable parece que no puede ocupar el 100% y eso significa que habrá que compaginarla con otros vectores energéticos. El gas ha tenido un papel importante, ahora se habla del hidrógeno verde, aunque hay cuestiones tecnológicas a resolver y si solo se produce en determinados países, sustituiríamos unas dependencias por otras. Será un proceso complejo con momentos críticos.
Dígame, en pocas palabras, cómo afecta la guerra de Ucrania y Rusia a mi bolsillo.
La guerra ha desatado una convulsión en el mercado energético cuya primera consecuencia es el aumento de precios y de la inflación. El problema es que la economía es muy sensible a cualquier impacto en los engranajes. Si se colapsan los puertos, las piezas de repuesto no llegan y los chips se dejan de fabricar por falta de demanda y las fábricas dan prioridad a otro tipo de productos y se tarda en recuperar la normalidad.
¿A qué juega Rusia?
Rusia ha hecho luz de gas. Ha puesto nerviosos a los mercados ante la amenaza de corte de suministro. La competición entre países europeos y asiáticos para comprar GNL es despiadada y los precios suben. Este estado de estrés en los mercados energéticos nos complica la vida. Y esto repercute en la alimentación con la restricción de exportaciones de cereales y el consiguiente aumento de precio de los fertilizantes. Se encarece la agricultura y todo va en cadena.
Piense en algún personaje de la Historia que le dé buenas energías.
Pere Duran Farrell. Fue el presidente de Catalana de Gas y el hombre que hizo posible la gasificación de España. Un ingeniero de Barcelona que tuvo la intuición de que el gas del Sahara, Libia y Argelia sería fundamental para la industria europea. Fue un visionario, el pionero de la importación de gas natural a España, primero con barcos desde Libia y Argelia. Llevó el gas natural en los años 60 a la industria de Barcelona y luego se fue expandiendo por todo el país, no sin peleas.
Vd. dirige uno de los grandes periódicos de España. Ha estado en primera línea informativa con la pandemia, con la guerra, con la crisis energética… ¿Vivimos tiempos turbulentos?
Sí. Los meses próximos serán complicados. Hay un envite serio por parte de Rusia, que va a poner a Europa a prueba este invierno. El desenlace es incierto y estamos nerviosos.
El Gobierno dice que, en materia de energía, España lo está haciendo bien. ¿Tiene algo que objetar?
A veces nuestras debilidades se convierten en fortalezas. No dependemos del gas ruso porque no estamos tan bien comunicados del resto de Europa. España recibe el gas de Argelia con cifras de dependencia elevadas y dispone de una infraestructura de recepción de gas licuado que no tiene ningún país europeo. Y esto hace unos años era criticado. Además, tenemos 7 plantas de regasificación (NdR: 6 en funcionamiento 1 una no operativa). Lo que hay que hacer es aprovechar esta situación ventajosa de manera inteligente.
¿Confía en que lograremos emisiones 0 en 2050 como pide Europa?
La situación actual de crisis trastoca el concepto de transición energética. Los objetivos de Europa están ahí, pero sinceramente creo que nadie está en condiciones hoy de responder a esta pregunta. La próxima primavera, quizá sí, pero ahora no.