"El éxito, a veces, es un espejismo" | Olatz Rodríguez, ex gimnasta y autora del libro "Vivir del aire"



Con 18 años ha saboreado, con muy pocos años, la gloria del éxito en el deporte de élite y también el calvario de ser víctima de una anorexia nerviosa. Estaba despertando a la vida adulta cuando se le diagnosticó un trastorno severo de alimentación que truncó de raíz su carrera deportiva y le condujo de cabeza a la cama de un hospital. Con las heridas de su enfermedad casi cicatrizadas, se ha atrevido a contar su caso en el libro “Vivir del aire”. ¿Su propósito? “Ayudar a vivir a los que pasen por este infierno”.

Por Pilar Ortega

¿Por qué has escrito “Vivir del aire”?

Porque quería entender todo lo que me pasó. Quería desentrañar uno a uno los años, las decisiones y las personas que habían llevado hasta aquí. Para nombrar, para perdonar, para borrar… para saber por qué se rompe una vida. Y para aprender a recomponerla. Y para ayudar a otros.

Sin embargo, tú eras una chica muy especial, casi rozando la excelencia…

Sí, pero alcanzar la excelencia deja muchos cadáveres por el camino. El éxito, a veces, es un espejismo. Y el más peligroso es el que se espera de los niños. A mí me encantaba la gimnasia rítmica y me animaron a competir, porque veían en mí una promesa de la gimnasia en España. Y me vi expuesta a las luces y a las sombras del deporte de élite.

¿Cuándo notaste que algo raro te estaba pasando?

Cuando vi que no disfrutaba con algo tan sagrado para mí como mis entrenamientos deportivos. Generé un rechazo intenso por una de mis entrenadoras y, como soy muy transparente, se me notaba mucho. Hasta en la cara. Perdí la emoción de ir a entrenar, hasta que me planteé dejarlo porque no me sentía a gusto. No podía controlarlo. Después vino lo peor. En enero de 2019 tuve mi primer ingreso hospitalario y en enero de 2020 abandoné la competición deportiva.

¿Qué propósito tenías cuando decidiste escribir “Vivir del aire”?

Sólo pretendo arrojar luz a las personas que están enfermas y a los familiares que conviven con ellas. También a la sociedad, porque existe mucha desinformación sobre los trastornos alimentarios. Se cometen muchos errores y hay muchos prejuicios que reducen la enfermedad a algo propio de chicos jóvenes, que buscan tener un cuerpo perfecto, que son muy competitivos y que vomitan lo que comen. Y eso no es así, ni mucho menos.  Es una imagen que tiende a ser reduccionista cuando hay tantas variantes como pacientes.

Entonces, ¿crees que la presión del deporte de elite no ha influido en tu trastorno?

No lo sé, pero yo no soy competitiva. La competición me parece muy injusta. No entiendo por qué yo tengo que estar en el podio cuando mis compañeros han trabajado lo mismo y lo han disfrutado igual. No me gusta competir, y eso que fui finalista del Campeonato de Europa Júnior en 2018. No quería medallas. Sólo quería estar con mi equipo. Y porque hay mucha gente que no sabe gestionar la competitividad. Esto sorprendía y frustraba a mis entrenadoras, que no entendían por qué no quería ganar ni por qué sentía indiferencia ante el hecho de vencer.

¿Qué mensajes clave te gustaría transmitir?

Que cada enfermo es un mundo, que la enfermedad no se reduce a un cuerpo ni a una conducta y que el desencadenante de la anorexia y los trastornos de la alimentación está en la cabeza, no en lo físico. También me gustaría transmitir que, si lo deseas, puedes mejorar mucho. Hay que tener esperanza y querer salir de esta situación, que suele vivirse como un drama.

¿Qué síntomas o qué parámetros hay que vigilar para saber si estamos ante un trastorno de alimentación?

En mi caso, yo sólo quería calmar unos sentimientos que para mí eran nefastos y que no era capaz de controlar ni de gestionar. No entendía el mundo. Me mareaba con facilidad, la piel estaba muy pálida, casi con signos de ictericia, el pelo y las uñas eran muy frágiles y no podía concentrarme en nada. No tenía fuerzas para ir a los entrenamientos ni siquiera para ir a clase. Por eso, con este libro he querido arrojar luz, para mí y para otras personas, porque no encontraba sentido a mi proyecto vital. No quería vivir.

¿Cuáles son tus asideros, tus aficiones?

Me gusta hacer deporte y entrenar en casa. Me encanta leer, porque me concentro y soy capaz de olvidarme de todo y disfrutar de la ficción o de la historia que estoy leyendo. Sigo mucho a Elvira Sastre y me encanta Hume. Me gusta mucho la poesía, las biografías, la filosofía... De hecho, me planteé hacer la carrera de Filosofía en la Universidad, pero finalmente me decanté por la Medicina. Estoy estudiando primer curso de Medicina. ¿Cuál será mi especialidad? No lo tengo muy claro todavía, pero quizá Pediatría o Endocrinología.

¿Quién te ha ayudado más en los momentos difíciles?

Mi madre me ha ayudado mucho, me escuchaba y no se empeñaba en transmitirme que debía cambiar, porque sabía que había un proceso. Me hizo sentirme comprendida, me respetaba mis emociones y no cuestionaba mi conducta. Me ayudó a poner orden en mi cabeza y a evitar situaciones críticas.

¿Te gustaría volver al deporte profesional?

Sí, pero ahora mismo no me veo capaz. No lo he intentado, pero en un futuro próximo, cuando este terremoto forme parte del pasado, posiblemente sí. Porque el deporte me apasiona.

PREGUNTA CON ENERGÍA

¿Te consideras una persona comprometida con el medioambiente?

Muchísimo. Me preocupa mucho cómo estamos gestionando el cuidado del planeta. No lo estamos haciendo bien. Es flipante. Del cuidado del medioambiente depende también nuestra vida. Y lo deberíamos hacer mejor.