La reciente cumbre por el clima celebrada en Glasgow, COP26, ha puesto en nuestras agendas, una vez más, la urgencia de limitar el aumento de la temperatura del planeta a no más de 1,5 º centígrados, para lo que resultará imprescindible alcanzar el cero neto de emisiones a la atmósfera en 2050.
La Unión Europea se comprometió primero a reducir sus emisiones de CO2 un 40% en 2030 y posteriormente decidió promover un objetivo aún más ambicioso, alcanzar una reducción del 55%, en ese mismo año en comparación con los niveles de 1990. Todo un reto para que Europa se convierta en el primer continente climáticamente neutro y hacer realidad el Pacto Verde Europeo. Este compromiso requerirá que cada Estado miembro realice una apuesta decidida, pero sensata y equilibrada, por la descarbonización de su modelo energético.
Desde Sedigas señalamos al menos tres elementos relevantes que deben acompañar ese proceso, considerando el papel crucial que tiene la energía para el desarrollo económico y social del país.
Equidad, porque si bien los beneficios de las políticas climáticas pueden superar a medio y largo plazo los costes del proceso de transición, estas corren el riesgo de ejercer una presión adicional e insoportable a corto plazo sobre los hogares y el tejido productivo. Por tanto, las políticas deben estar formuladas de manera que queden repartidos equitativamente los costes de hacer frente al cambio climático y de adaptación.
Realismo, porque se trata de avanzar de forma sostenible y eficiente. El objetivo de electrificar totalmente hoy nuestra economía no es viable ni técnica, ni económicamente, especialmente para determinados sectores industriales y del transporte.
Certidumbre, porque es necesario desarrollar un marco normativo estable, coherente y consistente para abordar el ingente reto de la descarbonización, a través de instrumentos legislativos y financieros que aseguren que el proceso de cambio sea suficiente, pero no perturbador en exceso, que evite las soluciones parciales, improvisadas o de escaso impacto real en la consecución del objetivo último perseguido.
Las ventajas de actuar ahora son evidentes, por eso, desde nuestra perspectiva, debemos aprovechar las soluciones tecnológicas disponibles y maduras, que ofrecen ya beneficios para proteger a las personas y al planeta, además de ofrecer, entre otros, evidentes oportunidades industriales para nuestro país.
Los gases renovables (biometano, gas sintético e hidrógeno) son una realidad que no podemos desaprovechar. El biometano, el gas renovable con un gran potencial en España, tal y como avala la UE, con su aportación a la economía circular y al desarrollo rural, está llamado a jugar un papel imprescindible en ese proceso de transición si la Hoja de Ruta trazada alcanzara mayores cotas de ambición.
Por otro lado, incorporar el hidrógeno como un vector de futuro, bien como gas renovable para almacenar el excedente de producción eléctrica de las energías renovables intermitentes (power-to gas) o bien mezclado, en las proporciones que garantizan el correcto y seguro uso de las infraestructuras existentes, salvará a medio plazo los escollos que actualmente encuentran para su descarbonización numerosos procesos industriales calor intensivos y el sector del transporte.
Sedigas seguirá apoyando y promoviendo los usos del gas natural y gases renovables como solución para alcanzar los comprometidos y ambiciosos objetivos climáticos en 2050.