El gas natural es la fuente energética más utilizada del mundo, con un 20,9% del consumo de energía primaria. Es también el combustible fósil con menor impacto ambiental, tanto en extracción, acondicionamiento y transporte, como en su fase de utilización. Además, genera menos emisiones de gases contaminantes (SO₂, CO₂, NOx y CH₄) por unidad de energía producida que sus competidores y se caracteriza por la ausencia de emisiones de partículas sólidas, hollines o humos.

Todas estas características lo convierten en el combustible fósil más adecuado para acometer muchas de las necesidades de racionalización energética que impone la nueva política europea: es eficiente, contribuye a la reducción de emisiones y sirve de apoyo a las energías renovables. El gas natural cumple, por tanto, con las tres premisas contempladas en el programa conocido como Paquete Verde o Triple 20 de la Unión Europea para 2020: 20% de reducción del de las emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero), 20% de  aumento de la eficiencia energética y que un 20% de la energía de la UE proceda de fuentes renovables.