En las últimas semanas hemos sido testigos de una convulsión energética sin precedentes que ha situado al gas en el centro de todas las miradas. En cuestión de días, la invasión de Ucrania liderada por Putin removía al mundo entero y hacía plantearse a Europa, no solo la sostenibilidad a largo plazo de su modelo energético, sino también su capacidad de reacción ante un eventual corte de suministro gasístico por parte de Rusia. La reacción de la Comisión Europea no se hizo esperar y rápidamente puso en marcha el plan REPower Europe, una batería de propuestas y medidas cuyo objetivo es independizar a la región de los combustibles fósiles de Rusia antes del 2030 y que pone de manifiesto el potencial de nuestro país a la hora de contribuir y garantizar la seguridad energética, tanto nacional como europea.
España cuenta con un sistema gasista robusto y resiliente, conformado por la red de infraestructuras de almacenamiento y regasificación con mayor capacidad de toda Europa. Por ello creemos que debemos dar un paso hacia adelante para recoger el guante que nos lanza esta situación e impulsar el rol de nuestro país como hub para el suministro de gas a nuestros socios europeos. En este contexto saltan de nuevo a la palestra asuntos como la necesaria mejora de las interconexiones energéticas con Francia, y en particular la gasista a través del proyecto Midcat. Este deber ser entendido como una inversión a medio y largo plazo; una inversión de futuro europeo que nos permitirá, además de una mayor autonomía gasística, avanzar también hacia la consecución de los objetivos climáticos fijados en la agenda 2030. Porque no debemos olvidar que a través de este tipo de infraestructuras podrán circular de forma segura y eficiente, gases renovables como el biometano o el hidrógeno verde, que serán esenciales en el proceso de descarbonización y transformación energética de Europa.
Precisamente en este ámbito, recientemente se han dado pasos como la aprobación por parte del Gobierno de la Hoja de Ruta del Biogás, que sitúa a los gases renovables como pieza esencial en ese camino. Se trata, sin duda alguna, de un primer avance en la dirección correcta, pero cuyos objetivos no reflejan plenamente el potencial de nuestro país en cuanto capacidad de producción de biogás y biometano.
Según datos de la Comisión Europea, somos el tercer país de la Unión Europea con mayor potencial técnico, con una capacidad de producción de hasta 137 TWh, por lo que objetivo de 10,41 TWh de biogás en 2030 señalado en la Hoja de Ruta del Biogás, que representa apenas un 1,5% de biometano de la demanda gasista, resulta poco ambicioso. Especialmente si tenemos en cuenta que la estrategia de diversificación y resiliencia energética de la UE pasa por cubrir alrededor del 8,5% de su demanda con biometano y que países como Francia han fijado como meta alcanzar el 10%.
Si algo tenemos claro desde SEDIGAS es que nos encontramos ante un cambio cierto de paradigma en el panorama energético europeo y que, en este contexto, España no puede, ni debe dejar pasar las oportunidades que se abren para erigir a nuestro país en motor de un futuro modelo de gestión de la energía más seguro, asequible y responsable para nuestra economía. Por ello, seguiremos trabajando de la mano de las Administraciones para favorecer un marco normativo adecuado y estable para atraer inversiones que faciliten un adecuado despliegue de los gases renovables y que, en última instancia, redunden en una mejora de la seguridad de suministro y en una reducción de nuestra dependencia exterior.