El Gobierno deberá remitir la revisión del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) a Bruselas en junio. Mientras tanto, la Comisión Europea ha duplicado los objetivos de gases renovables para 2030 en su propuesta REPowerEU, con la que busca, entre otros objetivos, reducir la dependencia energética exterior y acelerar el proceso de descarbonización de la Unión Europea.
Viene entonces a colación que la actualización en curso del PNIEC deberá alinearse con esos objetivos para dar respuesta al nuevo y complejo contexto energético y, por tanto, podemos concluir que el biometano reúne las cualidades necesarias para asumir un papel protagonista dentro del citado plan.
REPowerEU amplía hasta los 35.000 millones de metros cúbicos el objetivo de producción de este gas renovable, lo que equivale a cerca del 10% del consumo de gas natural a nivel comunitario para 2030, y España atesora un enorme potencial de producción de este recurso que, además de renovable, es autóctono. Como pone de manifiesto el ‘Estudio de la capacidad de producción de biometano en España’ elaborado por Sedigas en colaboración con PwC y Biovic, ese potencial se traduce en una capacidad de generación estimada de 163 TWh, equivalentes al 45% de la demanda anual de gas natural.
El biometano no solo nos permitiría reducir la dependencia exterior y mejorar nuestra balanza comercial, sino que también resultaría en un ahorro en la factura energética de los consumidores.
Actualmente solo existen seis plantas de biometano en operación España, pero el potencial, es mucho mayor como hemos señalado. Nuestro país podría albergar más de 2.300 instalaciones, las cuales movilizarían una inversión próxima a los 40.500 millones de euros (un 3,6% del PIB). Esto se traduciría -realizando cálculos conservadores- en la creación de unos 62.000 empleos directos e indirectos en la operación y mantenimiento de estas, a los que aún habría que sumar los derivados de la construcción de las instalaciones y de los inducidos en los sectores primarios, agricultura y ganadería.
Afortunadamente, y al margen de los tímidos avances en materia regulatoria hasta la fecha, el sector es consciente de ese potencial, como así lo atestiguan algunos destacados proyectos recientemente anunciados.
Ejemplos que ponen de relieve cómo el sector está dando los primeros pasos para el progresivo y decidido despliegue de este vector energético, con más de 200 proyectos en diferentes etapas de desarrollo y maduración.
España tiene la oportunidad de convertirse en futuro hub gasista europeo gracias a los gases renovables, tanto biometano como hidrógeno verde, pero alcanzar esa meta requiere de un marco regulatorio cierto, estable y ambicioso, que atraiga y movilice las inversiones necesarias de la iniciativa privada, para poder disfrutar de los frutos medioambientales, sociales y económicos de la apuesta por una energía autóctona, eficiente y sostenible para todos.
La realidad es que España tiene mucho ganado de cara a una adopción exitosa del biometano como vector energético. Contamos con una tecnología madura y probada que no requiere de nuevas infraestructuras, al aprovechar las redes energéticas existentes, ni de adecuaciones de los equipamientos de los consumidores finales, al tratarse de una solución sustitutiva perfecta del gas convencional.
La materialización de este enorme potencial supondría, asimismo, un importante impulso al desarrollo socioeconómico local. Así lo destaca el estudio, que pone el foco en el potencial de producción de biometano a nivel regional teniendo en cuenta factores como la tipología de residuos disponibles, su cantidad, la densidad de población o la superficie destinada a actividades primarias, entre otros. Hablamos de materias primas como los residuos que genera el sector primario, la biomasa forestal y los cultivos intermedios.
La agricultura y la ganadería tienen un peso muy específico en la capacidad de producción de biometano. Y, aunque este factor coloque el potencial de regiones como Castilla y León o Andalucía a la cabeza, eso no significa que el resto no pueda aprovechar también esta oportunidad. Y es que incluso las regiones de menor tamaño o aquellas con un carácter más industrial podrían alcanzar el objetivo medio europeo de 10%.
En definitiva, la oportunidad de que España se convierta en futuro hub gasista europeo gracias a los gases renovables como el biometano es cada vez más evidente, pero para alcanzar esa meta se requiere de visibilidad y certidumbre regulatoria que atraiga y materialice las inversiones necesarias. Un PNIEC ambicioso en la fijación de objetivos de producción sería, sin duda, un gran paso para hacerlo realidad. Confiamos en la audacia de la propuesta que elabora el Gobierno para permitir que España aproveche todo su potencial y pueda sumarse al liderazgo europeo que hoy ejercen países de nuestro cercano entorno.