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La contaminación es uno de los problemas ambientales que más afectan a nuestra salud y, por tanto, a nuestra calidad de vida. Actualmente la calidad del aire que respiramos en la mayoría de las ciudades españolas se ve afectada por las emisiones de óxidos de nitrógeno y de partículas sólidas procedentes del tráfico rodado, pero también por las calefacciones, las industrias y la generación eléctrica.
La utilización de gas natural puede contribuir de manera muy significativa a la reducción de la contaminación ambiental y por tanto a la calidad del aire que respiramos.
El gas natural es una excelente alternativa a la gasolina o el gasóleo porque los vehículos de gas no emiten partículas sólidas en suspensión ni dióxido de azufre, plomo o metales pesados. Además las emisiones de óxidos de nitrógeno así como las de monóxido de carbono son menos de la mitad que las del gasóleo.
Las calderas de condensación para calefacción de gas natural suponen unas emisiones de óxidos de nitrógeno tres veces menores que las colectivas de carbón y la mitad que las calderas colectivas de gasóleo. Además, las emisiones de monóxido de carbono son diez veces más reducidas respecto a las de carbón, y las muy contaminantes de dióxido de azufre prácticamente desaparecen con las calderas de gas natural.
La sustitución de combustibles líquidos por gas natural supuso eliminar prácticamente las emisiones de partículas sólidas en suspensión de monóxido de carbono y de dióxido de azufre. En el caso de la industria cerámica española se produjo además una reducción de las emisiones de óxidos de nitrógeno en un 70%.
En las centrales de ciclo combinado de gas natural para generación eléctrica las emisiones de óxido de nitrógeno se reducen en un 80% y las de óxidos de azufre prácticamente desaparecen con relación a las térmicas tradicionales de carbón o gasóleo.