El panorama geopolítico internacional atraviesa una fase de fuerte polarización. La fragmentación en bloques de poder y el auge de estrategias proteccionistas exigen a Europa una respuesta ágil y contundente para no quedar relegada en la economía global. En este contexto, la independencia energética, la seguridad de suministro y la competitividad industrial se han convertido en prioridades estratégicas, con la energía jugando un papel central.
El Pacto por una Industria Limpia (Clean Industrial Deal), recientemente presentado por la Comisión Europea, aspira a ser una herramienta clave para garantizar que la industria europea lidere la transición hacia la neutralidad climática sin comprometer su estabilidad económica. Sin embargo, su éxito dependerá de una implementación efectiva y rápida para evitar que Europa pierda competitividad frente a otras grandes potencias económicas.
Esta iniciativa establece ocho acciones clave estructuradas en torno a seis pilares fundamentales: acceso a energía asequible, incentivo de la demanda de tecnologías limpias, financiación de la transición, circularidad y acceso a materiales, actuación en los mercados globales y gestión del talento. Además, refuerza la estrategia comercial de la UE mediante la creación de Alianzas de Comercio e Inversión Limpia, que garantizan el acceso a suministros estratégicos y protegen la industria europea de la competencia desleal a través del Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM).
Uno de los principales retos será garantizar una transición energética que no comprometa la seguridad de suministro ni la competitividad industrial. En este sentido, los gases renovables como el biometano y el hidrógeno renovable juegan un papel clave, al permitir la descarbonización sin necesidad de transformar por completo las infraestructuras energéticas actuales.
España se encuentra en una posición privilegiada para convertirse en un hub gasista renovable en Europa. Con un potencial de producción de biometano de 163 TWh anuales, el país podría cubrir hasta un 50% de su demanda de gas natural con recursos propios. Para materializar este potencial, es fundamental establecer objetivos vinculantes alineados con los compromisos climáticos y el objetivo europeo de 35.000 millones de metros cúbicos de biometano para 2030. Asimismo, es clave impulsar la producción de 20 millones de toneladas de hidrógeno renovable, en consonancia también con las metas del REPowerEU, fomentando su integración en el marco normativo de la Unión Europea y estableciendo objetivos nacionales y regionales para incentivar una producción descentralizada y sostenible.
Desde el sector, defendemos que la inclusión de objetivos claros para los gases renovables dotaría al Pacto de una herramienta clave para facilitar la transición hacia una economía descarbonizada. Para ello, es imprescindible definir un marco fiscal estable y predecible, con incentivos específicos para la producción e integración de biometano e hidrógeno renovable.
Es crucial aprovechar los ingresos del sistema de derechos de emisión (ETS) para impulsar la producción de biometano y gas sintético, así como potenciar el Banco del Hidrógeno y desarrollar mecanismos contractuales de compra a largo plazo (PPAs y CfDs) que proporcionen estabilidad a los inversores y reduzcan la volatilidad del mercado.
Asimismo, será necesario optimizar las infraestructuras gasistas actuales para la distribución de gases renovables, implementando estándares técnicos comunes que permitan la conexión rápida de plantas de biometano a la red general de gas. También será clave fomentar la digitalización y el desarrollo de redes inteligentes para mejorar la eficiencia del sistema y reducir costes operativos. Además, será fundamental priorizar proyectos de almacenamiento e importación de hidrógeno, con un enfoque en la cooperación transfronteriza entre Estados miembros. Igualmente, se deberá evitar la creación de una única entidad compradora europea para garantizar la competencia y eficiencia del mercado.
El Pacto por una Industria Limpia es un paso en la dirección correcta, pero su éxito dependerá de una ejecución ágil y efectiva. Europa necesita una política energética clara, estable y ambiciosa, que garantice la seguridad de suministro y la competitividad industrial en un escenario global incierto.
Sin una implementación rápida, el riesgo es que las inversiones se desvíen a otras regiones con marcos regulatorios más favorables y que Europa pierda peso en la carrera global por la transición energética. Mientras Estados Unidos redefine su estrategia y China avanza con determinación en la producción de tecnologías limpias, Europa sigue debatiendo cómo movilizar sus recursos y fijar sus prioridades.
La descarbonización de la industria y el sector energético requiere una visión diversificada que integre todas las soluciones disponibles. Los gases renovables deben ocupar un lugar central en la estrategia europea para garantizar una transición energética neutra en tecnología, viable en términos económicos y justa desde el punto de vista social.
Europa tiene los recursos, la tecnología y el conocimiento para liderar la transición energética. Ahora, necesita determinación y medidas concretas para convertir esta visión en realidad. |