El gas, una energía clave para el futuro
El sector gasista a nivel global se encuentra en un momento decisivo, en el que debe afrontar importantes desafíos económicos, geopolíticos, ambientales y tecnológicos.
A lo largo de 2014 se ha confirmado la tendencia hacia un nuevo escenario energético mundial que, según las previsiones de los principales organismos internacionales, ofrecerá importantes oportunidades de crecimiento y expansión para el gas. Estamos asistiendo a un cambio en la matriz de energía primaria que conduce hacia un modelo con una menor presencia de los combustibles más contaminantes.
Por lo que respecta a la demanda mundial, el mercado asiático se está mostrando como el más dinámico y China, en particular, está protagonizando los mayores crecimientos en el consumo de gas. En este impulso tiene mucho que ver precisamente la apuesta china por energías más limpias, como el gas, y la progresiva disminución del carbón en su mix energético con el objetivo claro de acabar con sus elevados niveles de contaminación.
China e India están contribuyendo a dibujar un nuevo escenario en el sector de la energía reconfigurando los flujos de materias energéticas e incidiendo en la estructura de los precios.
Entre los retos que nos deja el año 2014 figura el nuevo episodio de la crisis Rusia-Ucrania. Situación que pone en evidencia la alta dependencia que tiene Europa del gas procedente de Rusia, a la vez que pone de manifiesto la necesidad de mejorar su cartera de aprovisionamiento. Este país es el principal suministrador de gas con una cuota del 27% del total consumido. Con excepción de España, Portugal, Reino Unido y Dinamarca, todos los miembros de la Unión Europea cuentan, en mayor o menor proporción, con gas ruso en su mix energético. Y casi el 50% de gas ruso que se consume en Europa llega a través de Ucrania.
Este escenario de inestabilidad política ha llevado a las autoridades europeas a intensificar durante 2014 sus objetivos de avanzar en la consecución de un Mercado Único de la Energía en Europa, aumentar la seguridad de suministro y mejorar la eficiencia energética.
En un contexto donde cada vez se percibe con más claridad la fuerte interdependencia entre geopolítica y energía, puede inscribirse también la revolución de los hidrocarburos no convencionales que se vive en EE.UU. Un fenómeno que está teniendo y tendrá consecuencias muy importantes en el panorama energético mundial. De entrada, porque este país pasará de ser importador de energía a exportador neto, con todo lo que ello representará para el comercio internacional de Gas Natural Licuado (GNL) y los precios del gas. Y por otro lado, por lo que significará sobre la percepción que se tiene en cuanto a la distribución geográfica de los recursos energéticos en el mundo. Así, en poco más de dos décadas, el gas no convencional podría representar más de un cuarto de la producción mundial de gas natural. Según el BP Energy Outlook 2035, el shale gas será la fuente de provisión de más rápido desarrollo, con un crecimiento del 6,5% anual, lo que supondrá casi la mitad del incremento del gas mundial en este periodo. El suministro de este combustible seguirá dominado por América del Norte, con un 99% hasta el año 2016 y el 70% en 2035, aunque en el horizonte también aparece China.
Fuentes:
– BP Energy Outlook 2035
– International Group of Liquefied Natural Gas Importers (GIIGNL). The LNG Industry 2014
– Eurogas
– Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia
– World Energy Outlook 2014. International Energy Agency
– Asociación Española del Gas (Sedigas)
– Enagas
El gas contribuye a reducir las emisiones de CO2
GAS NATURAL FENOSA
En relación con el GNL, las previsiones muestran un papel cada vez más relevante en el panorama gasista internacional; todo ello, a pesar de lento crecimiento que ha manifestado el comercio mundial del GNL en 2014. En este sentido, el año pasado se importaron un total de 239,2 millones de toneladas de esta energía, una cifra un 1% superior a la de 2013. Con todo, el Grupo Internacional de Importadores de Gas Natural Licuado (GIIGNL) insiste en su último informe en el papel que tendrá el GNL como herramienta fundamental para garantizar la seguridad del suministro en los próximos años.
Según el GIIGNL, las perspectivas para la demanda de GNL en todo el mundo siguen siendo muy sólidas y, además, la industria está esperando la ola de nuevas exportaciones por parte de Estados Unidos, que probablemente se sitúe como los principales productores mundiales de gas en para 2020.
La estructura de la demanda también debe evolucionar, principalmente debido a la aparición de nuevos importadores en economías de rápido crecimiento en países del sudeste de Asia y la India, además del creciente interés de China por el gas, lo que sin duda tendrá importantes repercusiones en el mercado mundial de GNL. No hay que olvidar que durante 2014 Asia acaparó el 75% de la demanda global de GNL.
Unas posibilidades de crecimiento que refuerzan aún más proyecciones como las realizadas por el BP Energy Outolook 2035 que prevé que en 20 años el GNL sea el sistema más importante para comercializar gas. Así, se espera que las exportaciones aumenten a una media de 4,3% anual, más del doble que el incremento previsto en la demanda total de gas.
El estudio pone de manifiesto también que el comercio mundial de GNL, cada vez más flexible, constituirá una protección contra el riesgo de interrupción del suministro. Las preocupaciones en este sentido se disiparán en parte gracias a la existencia de un grupo cada vez mayor de proveedores internacionales de gas, a la casi triplicación de plantas de licuefacción y a una proporción creciente de GNL, en relación con el gas por gasoducto.
El BP Energy Outlook 2035 no sólo pone el foco en China, país en el que el GNL superará a los gasoductos como el principal sistema para importar gas. También lo hace en Europa: en veinte años casi el 75% del gas que necesitará será importado (frente al 50% actual). Gracias al incremento del comercio de GNL, las importaciones europeas estarán más diversificadas, de manera que dos tercios llegarán vía gasoductos y el tercio restante en forma de GNL.
Unas perspectivas que cobran aún más sentido si se tiene en cuenta el actual escenario europeo. Europa es muy dependiente de las importaciones vía gasoducto: en Europa, cerca del 86% del gas proveniente de terceros países lo hace a través de gasoducto, mientras que el resto lo hace en forma de GNL. Una situación que contrasta con la realidad española, donde el 47% del total del gas recibido es GNL, mientras que el 53% ha entrado por gasoducto.
Además, existe poca diversificación en el suministro: un número importante de países cuenta con un solo suministrador y varios países tienen muy poco diversificados sus suministros. Todo lo contrario de lo que sucede en España, que recibe gas de 11 orígenes distintos y además cuenta con dos sistemas de abastecimiento: mediante gasoducto y por vía marítima, es decir, en forma de gas natural licuado (GNL).
Uno de los principales planteamientos de la Comisión Europea en materia de seguridad energética para los próximos años pasa, precisamente, por la necesidad de diversificar fuentes y rutas promoviendo las interconexiones necesarias y potenciando el GNL.
En este nuevo escenario que se dibuja, España desempeñará un papel fundamental. Según el GIIGNL, en 2014 fue el país con mayor volumen de GNL reexportado del mundo con 3,84 Mt, un 60 % por ciento del total, muy por encima de Bélgica, el segundo país, con un 18%.
Actualmente, España es el país europeo con mayor capacidad de regasificación. De las 22 plantas instaladas en el continente europeo (otras siete se encuentran en construcción), seis están operativas en territorio español, con una capacidad que en 2014 alcanzó los 3.316.500 m3 de GNL. Este volumen representa el 36,5% de la capacidad de almacenamiento de GNL en Europa.
Todos estos acontecimientos se han producido en un año marcado por una coyuntura económica todavía débil sobretodo en el continente europeo y por una meteorología anómala que en el caso de Europa tuvo durante 2014 efectos directos sobre el consumo de gas entre la población.
Al igual que ocurrió en España, durante 2014 se registraron temperaturas mucho más altas de las habituales en buena parte del continente europeo. Así, el pasado año fue el más cálido desde que se tienen registros en países como Holanda y Alemania y de los últimos 50 años en la República Checa. Esta circunstancia redujo considerablemente la demanda de calefacción en los sectores comercial y residencial. La anomalía de temperaturas por encima de los valores normales se produjo especialmente durante la primera mitad del año. Este efecto se acentuó todavía más por el hecho de que el invierno de 2013 resultó más frío que la media.
Además del factor meteorológico, otras causas que han motivado la caída en el consumo han sido la debilidad de la economía europea en su conjunto, que ha supuesto una menor demanda de energía y de electricidad en particular, así como los precios notablemente bajos del carbón, en buena parte gracias las importaciones de este combustible a bajo precio procedente de EE.UU, que se ha traducido en una menor demanda de gas. Todo ello se ha combinado con el aumento de la generación de energía a partir de fuentes renovables, con el consecuente descenso en la demanda de gas.
En este contexto, el consumo de gas en la UE-28 alcanzó el año pasado 4.418 TWh, lo que supuso un descenso del 11,2% respecto a 2013. Cabe resaltar que, aunque la demanda de gas en la actividad industrial a nivel europeo se mantuvo baja, en algunos países, como Alemania e Irlanda, aumentó.
Una vez más cabe recordar aquí las diferencias entre la estructura de consumo de gas en España y Europa. Mientras que en el caso español, el peso del sector industrial en la demanda roza el 65%, en el caso la UE-27 se sitúa en apenas el 23%. Por el contrario, en el ámbito europeo el sector doméstico-comercial cuenta con una participación de casi el 40% mientras que en el caso de España representa poco más del 16%, porcentaje que muestran el elevado margen de crecimiento que el gas tiene en este sector en nuestro país.
A pesar de esta coyuntura desfavorable, 2014 ha servido para mostrar la fortaleza del sistema gasista. Por un lado, para hacer frente a las fluctuaciones de la demanda, a causa de la importante oscilación de las temperaturas en los dos últimos ejercicios –frío en 2013 y cálido en 2014–, pero que sin embargo permitieron al sector mostrar su robustez con unas infraestructuras cada vez mejor equipadas y adaptadas a la creciente imprevisibilidad del clima.
A nivel europeo, el año 2014 ha venido marcado por diversos avances en la política comunitaria respecto a la reducción de emisiones de CO2 y la seguridad energética. A finales de octubre, los líderes de la UE acordaron la Estrategia en materia de Clima y Energía hasta el año 2030 –el nuevo paquete Clima y Energía 2030 –, que incluyen un objetivo obligatorio de recorte de emisiones de dióxido de carbono de al menos un 40%, un incremento en el uso de las energías renovables hasta el 27% y un objetivo indicativo de eficiencia energética del 27%.
En el tránsito hacia un modelo de vida más sostenible, el gas se posiciona como uno de los combustibles más viables, sobretodo en la producción de energía y los usos industriales, al tratarse de la fuente energética tradicional más limpia. Un uso más intensivo del gas contribuirá de forma clara a la reducción de emisiones de CO2 y a los objetivos de descarbonización, además de suponer un aumento de la eficiencia energética. Por otra parte, el gas se presenta como una fuente de energía flexible para operar junto con las energías renovables, por ejemplo para generación eléctrica o usos domésticos.
Otro de los hechos destacables en el contexto europeo durante 2014 fue la Nueva Estrategia sobre Seguridad Energética, que la Comisión Europea presentó a finales del mes de mayo como respuesta a la creciente inestabilidad del entorno geopolítico debido a la crisis Rusia-Ucrania y la excesiva dependencia de las importaciones gas ruso. El objetivo es profundizar y avanzar las acciones para reforzar la seguridad energética ya iniciadas en las anteriores crisis de 2006 y 2009. Entre los objetivos figuran disminuir la demanda energética, mediante acciones de eficiencia energética, incrementar la producción europea de gas y diversificar fuentes y rutas promoviendo las interconexiones necesarias y potenciando el GNL. La estrategia también destaca la necesidad de coordinar las decisiones de política energética nacional y la importancia de hablar con una sola voz en las negociaciones con los socios externos de la UE.
A pesar de las dificultades existentes, la Comisión Europea ha estado trabajando para que el Mercado Único de la Energía sea en breve una realidad. La integración del mercado es clave para el futuro de la seguridad de suministro regional. Actualmente, se están acelerando la preparación de los códigos de red y su implementación en los diferentes países que permitirán mayor interoperabilidad y reglas comunes en las interconexiones que faciliten el tránsito entre países. También alineado con la consecución de un Mercado Único de la Energía en la UE hay que considerar la creación de un mercado organizado del gas en la Península Ibérica.
El Mercado Único de la Energía también permitirá afrontar con mayores garantías la búsqueda de fuentes de abastecimiento alternativas que, en el caso del gas, reducirían la fuerte dependencia que Europa tiene actualmente de dos países como son Rusia y Noruega.
En el complejo juego de equilibrios entre geopolítica y energía que han protagonizado Rusia y la Unión Europea durante 2014, destacan la cancelación por parte del gobierno ruso del proyecto South Stream, que preveía suministrar a Europa unos 63 bcm de gas natural al año, conectando Rusia con Bulgaria y Serbia a través del mar Muerto, evitando así el tránsito por Ucrania. Entre otras causas, la marcha atrás en el proyecto se debe a que la Unión Europea prefiere otras rutas alternativas que permitan diversificar los aprovisionamientos a Europa y reducir la dependencia de Rusia.
Una de las alternativas podría ser el Gasoducto Transadriático, cuya puesta en funcionamiento se avanzó el año pasado y que busca llevar gas desde el entorno del Mar Caspio a Europa, atravesando Turquía, Grecia y Albania.
En el objetivo de mejorar la seguridad del suministro de gas en Europa, España puede desempeñar también un papel esencial. La estratégica posición geográfica de nuestro país –entre las cuencas mediterránea y atlántica–, así como su alta diversificación del suministro, podrían convertirla en la protagonista principal del nuevo corredor sur-oeste que contribuya decisivamente a mejorar la seguridad de suministro de gas en Europa. España es un país de tránsito de la UE, políticamente estable, que puede garantizar un flujo de gas fiable hacia sus socios europeos. Pero para que ello sea posible son necesarias unas buenas interconexiones España-Francia, entre las cuales destaca la construcción el tercer gasoducto entre ambos países, el conocido como Midcat.
Pero en el futuro, la seguridad energética europea también podría llegar de la mano de la revolución del shale gas en EE.UU. y que en 2014 vivió otro importante impulso. Este país, ha elevado su producción de gas natural en un 26% desde 2005, tras lanzarse a explotar sus enormes reservas de hidrocarburos no convencionales. La producción de shale gas, que ha permitido a EE.UU. pasar a ser el primer productor de gas del mundo, alcanzó en el año 2014 los 372 bcm, lo que representa el 51,4% de su producción de gas, estimada en 724 bcm para el año 2014. Actualmente la producción de gas en EE.UU. se sitúa en 1,8 bcm al día y se prevé que en 2020 alcance los 2,2 bcm diarios y los 3 bcm en 2035, según el Departamento de Energía estadounidense.
La circunstancia de que EE.UU. se coloque en una posición cercana a la autosuficiencia energética –y reduzca su tradicional dependencia de terceros países–, podría convertirlo en un exportador neto de gas natural en los próximos cinco años, con las repercusiones que ello supondría para el mapa energético mundial. El propio presidente estadounidense Barack Obama afirmó en marzo de 2014, durante una cumbre con la Unión Europea, que el GNL de su país podría ser una alternativa futura al gas ruso para Europa y se mostró partidario de firmar un acuerdo comercial con la UE.
Pero para que ello sea posible será necesario en primer término que se eliminen las restricciones aplicadas a las exportaciones. Y, por otro lado, en este objetivo de convertirse en uno de los principales exportadores mundiales de gas, EE.UU. va a tener que sumarse a la otra gran transformación que está viviendo el sector: la expansión de la distribución de GNL. Aunque se está empezando a crear una importante infraestructura para su distribución, todavía no es suficiente y será imprescindible desarrollar un potente plan de inversiones para construir las plantas de licuefacción que permitan convertir el gas en líquido y poder embarcarlo en los buques.
La entrada en escena de EE.UU. como uno de los principales productores de gas está suponiendo importantes cambios en los esquemas sobre los que ha funcionado en los últimos años el sector. De entrada, por lo que se refiere a la disponibilidad de reservas a nivel mundial. Las últimas cifras (finales de 2013) muestran que éstas ascendían a 185,7 trillones de metros cúbicos, una cantidad que representa un 50% más respecto a las cifras de 1993 y que garantizarán el consumo mundial durante 54,8 años.
Los suministros adicionales de exportación de GNL desde EE.UU. podrían comportar igualmente un efecto positivo sobre los precios ya que se tendería a una reducción de los mismos para las regiones importadoras y por tanto una mayor competitividad del gas respecto a otros combustibles.
Por lo que se refiere a los precios del gas, se ha mantenido durante 2014 la situación de tres regiones diferenciadas: Norteamérica, que sigue ofreciendo los precios más competitivos, Europa, que se encontraría en una zona intermedia, y el noreste de Asia, aunque las diferencias entre estas dos últimas regiones se han ido reduciendo.
Mientras que en EE.UU., el 100% de las transacciones están desacopladas del precio del petróleo, en Europa el precio surgido de los hubs está ganando importancia año tras año y representa más de una tercera parte del comercio. En Asia en cambio, el 80 % del gas que se comercializa está indexado con el precio del petróleo.
Los principales organismos energéticos internacionales dibujan un escenario con importantes transformaciones para las próximas décadas. Según el World Energy Outlook 2014, el informe anual que elabora la Agencia Internacional de Energía (AIE), la demanda energética aumentará un 37% hasta el año 2040 y el gas será el combustible que más crecerá. Sin embargo, la distribución mundial de la demanda de energía va a experimentar cambios muy profundos, con un consumo básicamente estable en gran parte de Europa, Japón, Corea y Norteamérica, y una demanda creciente que se concentrará en las economías emergentes: el resto de Asia (el 60% del total mundial) con China e India a la cabeza, África, Oriente Medio y América Latina. Por otra parte, la flexibilidad que aporta el comercio de GNL será la clave para satisfacer la creciente demanda de gas natural.
Una de las claves de la demanda de energía para las próximas décadas es el cambio en el mix energético. Actualmente, el petróleo y el carbón superan el consumo del gas pero según el BP Energy Outlook 2035 cada uno de estos combustibles llegará a representar el 27% del total en 2035, reservando la cuota restante a las energías nuclear, hidroeléctrica y renovable.
Algunos estudios y analistas auguran incluso que el gas natural irá ganando terreno al crudo en los próximos años gracias a su creciente utilización cada vez en más sectores económicos, por ejemplo en la industria petroquímica o en la generación de energía, y tendrá cada vez más peso en la automoción y en el transporte.
En este último ámbito, las posibilidades de expansión son también muy amplias. En la actualidad ya existen más de veinte millones de vehículos que utilizan el gas como combustible, pero para 2020 la previsión es que este número se multiplique por 20.
El citado estudio pone de manifiesto que en los próximos 20 años el gas será el combustible tradicional que crecerá más rápidamente. El aumento de la demanda de gas se traducirá en un crecimiento anual de un 1,9% (frente al 0,8% del carbón y del petróleo), empujado por la demanda de los países asiáticos principalmente.
Pero el gas también será el combustible líder en el mix energético de los países de la OCDE en torno a 2030, ayudado en parte por nuevas reglamentaciones en EE.UU. que limitan las emisiones en el sector eléctrico. A diferencia de la producción petrolífera, la producción de gas aumentará prácticamente en todas partes (Europa será la principal excepción) y el gas no convencional representará casi un 60% del crecimiento del suministro mundial.