La Unión Europea vive centrada en políticas climáticas ambiciosas que pretenden acompañar la transición a un nuevo modelo energético basándose en una economía baja en carbono. Éste nuevo sistema energético afectará de manera distinta a los diferentes sectores de actividad y por supuesto a la sociedad. Conscientes de esta realidad, desde el sector gasista creemos firmemente que el gas es la energía llamada a ser pieza clave de ésta transición y también del futuro mix energético. Lo es por sus características intrínsecas de energía limpia y por su sostenibilidad económica, ya que tenemos una infraestructura gasista construida, con una tecnología madura y que no necesita subsidios.

Así la reducción de las emisiones de CO₂ y la mejora de la calidad del aire son los retos a los que se enfrenta la sociedad actual. En este contexto, el gas natural se posiciona como un combustible decisivo, al contribuir a la mejora de la calidad del aire y, al mismo tiempo, a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Es garante de estabilidad del sistema eléctrico ya que hay que tener en cuenta que en este mix las tecnologías renovables dependen de las circunstancias meteorológicas y, en ausencia de las condiciones adecuadas, no están disponibles para abastecer el consumo eléctrico. Por eso es preciso contar también con fuentes de generación como los ciclos combinados, capaces de garantizar el suministro.

En definitiva, utilizar las fortalezas del gas en la transición hacia una economía baja en carbono en sectores como el transporte, el residencial y el de generación eléctrica, sustituyendo por gas otros combustibles más contaminantes, reduce las emisiones GEI y mejora la calidad el aire. El gas natural es hoy la única energía capaz de ser pieza angular en el mix energético y una solución a largo plazo.

Tribuna de Antoni Peris en el dossier Actualidad Económica 2 de Expansión de septiembre 2017.